En los últimos años, mucho hemos oído hablar de transparencia, para bien y para mal. Para bien, porque es un tema importante que debe estar presente en la agenda nacional y para mal porque detrás de ella misma, los gobiernos se ocultan para no ofrecer los datos.
La transparencia no es algo nuevo, no nace en el 2002 con la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental y la posterior creación de Instituto Federal de Acceso a la Información. Presente tengo en mi mente diferentes placas en monumentos y mercados públicos inaugurados por el Presidente Porfirio Díaz en las cuales el costo de dichas estructuras es expuesto a los ciudadanos.
No nos asombremos cuando nos rindan cuentas, pero tampoco nos asombremos si no nos las rinden, o bien, si las cuentas presentadas están falseadas. Detrás de toda esta transparencia (al presentar datos) hay sombras causadas por tráfico de influencias, costos alterados y otras cosas más.
Estoy a favor de la existencia de partidas cuyo destino, en una primera instancia conozca el ejecutor, entendiendo que es de máxima secrecía por seguridad nacional, y que dicha información se haga pública en un momento que no tenga repercusiones negativas para el país. De lo que no estoy de acuerdo, en absoluto, es en el uso discrecional del gasto público con cualquier fin.
Transparencia no significa dar algunas cifras, transparencia, según la Real Academia Española es la “cualidad de transparente” y ser transparente, en este contexto, debe ser no ocultar nada, que todo sea visible desde cualquier ángulo, pero también es no ser corrupto, no usar influencias o amistades y decir la verdad. Ser transparente entonces, también aplica al ciudadano.
Decía en un inicio que la transparencia también ha servido para ocultar datos, ¿cómo es posible? Al existir institutos de acceso a la información, los datos clasificados o de seguridad han aumentado, aunque quizá realmente no lo sean, simplemente se les da el calificativo para no tener que presentarlos.
Al decir que un gobierno debe ser transparente, decimos que todos los ciudadanos debemos ser transparentes, pues somos nosotros los que en ocasiones conformamos un gobierno; además, es curioso ver como algunas organizaciones civiles o no gubernamentales son las que menos presentan los comprobantes de sus gastos.
Si los ciudadanos exigimos transparencia, seamos nosotros transparentes. Somos nosotros los que pedimos “favores” y caemos en el tráfico de influencias que nos aleja de la transparencia, somos los que damos mordidas, los que pedimos acelerar trámites, los que buscamos ser siempre beneficiados, los que mentimos con nuestra información.
Si exigimos saber cuánto gana el Presidente de la República, digamos correctamente nuestros salarios a la Secretaría de Hacienda; si queremos que el gasto corriente sea eficiente y no se desperdicie, no queramos saltar o apresurar trámites; si queremos que no haya culpables en las calles e inocentes en las celdas, denunciémos con la verdad. En todo esto hay una palabra clave: RECIPROCIDAD. Para exigir tenemos que tener cara para hacerlo y esto sólo lo logramos siendo transparentes.
La transparencia es para México, para ti, para mí. La transparencia la exige y la cumple México, tú y yo. La transparencia la necesitamos todos, hagamos el esfuerzo de lograrlo. El reto es grande, México es el lugar 65 a nivel mundial en el tema, bajamos cinco lugares en un año, no puede ser posible, lo único que merecemos es ser el número uno.
Sí se puede, está en ti, está en mí.